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SAN NICOLAS
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El Barrio de San Nicolás es conocido como EL CENTRO y se encuentra ubicado entre las calles: Avenida Córdoba,   Avenida Eduardo Madero,  Avenida La Rábida Norte,  Avenida Rivadavia y Avenida Callao.
Emblema de Puerto Madero
El nombre del barrio tiene sus orígenes a fines del siglo XVIII, con la construcción de la Iglesia de San Nicolás de Bari, que se encontraba en el lugar del actual Obelisco. Así, fue creada la parroquia correspondiente a ese templo, que correspondía al sector oeste del actual barrio, ya que el sector al este de la actual Avenida 9 de Julio era la parroquia de Catedral al Norte, correspondiente precisamente a la Catedral Metropolitana.

LUGARES IMPORTANTES

El Obelisco
La obra comenzó el 20 de marzo de 1936 y fue inaugurada el 23 de mayo de ese año. Fue diseñado por el arquitecto Alberto Prebisch (uno de los principales arquitectos del modernismo argentino y autor también del vecino Teatro Gran Rex, en Corrientes y Suipacha), a pedido del intendente Mariano de Vedia y Mitre (nombrado en la presidencia de Agustín Pedro Justo). Con respecto al motivo de la forma del monumento Prebisch dijo: Se adoptó esta simple y honesta forma geométrica porque es la forma de los obeliscos tradicionales.

Se le llamó Obelisco porque había que llamarlo de alguna manera. Yo reivindico para mi el derecho de llamarle de un modo más general y genérico «Monumento».

La construcción del obelisco estuvo a cargo de la empresa alemana G.E.O.P.E.- Siemens Bauunion - Grün & Bilfinger, la cual finalizó su obra en el tiempo record de 31 días, para la que empleó a 157 obreros. Maximizando el aprovechamiento del tiempo se utilizó cemento Incor de endurecimiento rápido y se fue construyendo por secciones de 2 metros para facilitar el volcado del hormigón. Su altura es de 67,5 m, y de estos 63 m son hasta la iniciación del ápice, que es de 3,5 m por 3,5 m.

La punta es roma; mide 40 cm y culmina en un pararrayos que no logra verse por la altura, cuyos cables corren por el interior del Obelisco. La base tiene 6,80 m de lado. Tiene una sola puerta de entrada (en el lado oeste) y en su cúspide hay cuatro ventanas, a las que sólo se puede llegar por una escalera recta de 206 escalones con 7 descansos cada 8 m y uno a 6 m. El 20 de febrero de 1938, Roberto M. Ortiz sucedió a Justo, y designó como nuevo Intendente de la ciudad a Arturo Goyeneche. En junio de 1939 el Concejo Deliberante sancionó la demolición del Obelisco por Ordenanza Nº 10.251, aduciendo razones económicas, estéticas y de seguridad pública.

Sin embargo la ordenanza fue vetada por el Poder ejecutivo municipal, caracterizándola como un acto carente de valor y contenido jurídico, ya que altera el estado de cosas emanado del Poder Ejecutivo, y que se trataba de un monumento bajo jurisdicción y custodia de la Nación, a cuyo patrimonio pertenece. En donde se emplaza el Obelisco, previamente, debió demolerse la iglesia dedicada a San Nicolás de Bari. En ella se había izado oficialmente por primera vez la Bandera Argentina dentro de la ciudad de Buenos Aires en 1812: dicha circunstancia se recuerda en una de las inscripciones del lado norte. Para su construcción, que costó 200.000 Pesos Moneda Nacional, se utilizaron 680 m³ de cemento y 1360 m² de piedra blanca Olaen de Córdoba.

El tendido de la línea del subte «B» favoreció la construcción del monumento, pues facilitó la colocación de los cimientos sobre los túneles formándose la base de hormigón de 20 m de lado y 1,50 m de altura sobre vigas de 1,80 m de alto que se apoyan en los costados sobre zapatas del mismo material de 1,20 m de alto y de 3 m y 4 m de largo respectivamente. La losa plana del techo del túnel del subte permite el paso de la losa de fundación del obelisco. Como consecuencia de algunos desprendimientos del revestimiento de piedra, que ocurrieron en la noche del 20 al 21 de junio de 1938, al día siguiente de haberse realizado en el lugar un acto público con la presencia del presidente Ortiz, se decidió eliminar dicho revestimiento en 1943, y se lo reemplazó por uno de cemento pulido realizándole hendiduras que simulan las juntas de las piedras. Al quitarse las lajas no se tuvo en cuenta que se retiró una leyenda que decía «Alberto Prebisch fue su arquitecto».

La estructura del mismo, basada en la estética racionalista, generó más de una polémica entre los partidarios de la renovación de la ciudad y los sectores más tradicionalistas. Actualmente ya se lo considera como un ícono de la ciudad.

El Obelisco es frecuentemente utilizado como punto de reunión de diversas manifestaciones, las que abarcan también las avenidas 9 de Julio y Corrientes que lo rodean, hecho similar al que ocurre en Plaza de Mayo.

La Catedral
Parecía que la quinta catedral iba a ser la definitiva pero por desgracia no fue así. Porque a las 9 de la noche del 23 de mayo de 1752 se derrumbó una parte de la catedral y entre las seis y la siete de la mañana del día siguiente se desplomaron, según informe del gobernador José de Andonaegui "las tres bóvedas de iguales naves".

Y el obispo, don Cayetano Marcellano y Agramont informaba al rey que fue preciso "derribarla enteramente por la poca firmeza de las paredes que han quedado y empezar su fábrica desde los cimientos con más solidez y extensión que los de la antigua, que por su cortedad no parecía catedral". Transcurridos tres años, sin contar con la autorización real y sin haber enviado los planos para su autorización, y con el total apoyo del Cabildo Eclesiástico, empezó el obispo a levantar la nueva catedral, la actual, según los planos de un arquitecto nombrado Antonio Masella, de origen saboyano.

El celebre vasco y hombre de empresa Domingo de Basavilbaso, hombre de confianza del obispo y bienquisto de la ciudad, en 1754 se hizo cargo de la tesorería y dirección de la obra del nuevo templo. La nueva catedral, según el plano de Masella, sería de cruz latina, con tres naves y seis capillas laterales a ambas. La catedral se fue edificando con los bienes de la iglesia y con la cooperación económica del pueblo.

Las obras, de a poco, se iban realizando, tanto que en 1758 se pudo inaugurar la llamada nave de San Pedro, la que se halla a la derecha de la puerta de entrada, y también el nuevo bautisterio. Pero, aunque un poco tardía, la ayuda real empezó a llegar en 1760. Don Cayetano Marcellano y Agramont, que tanto había hecho por la nueva catedral en 1759 tuvo que dejar el gobierno de esta diócesis por haber sido trasladado a la sede arzobispal de Charcas. Su sucesor, el porteño José Antonio Basurco (1760-61) ocupó sólo un año la sede bonaerense, pero hizo también su obra contribuyendo a la prolongación del templo al donar el terreno de una casa, contigua a la iglesia, pertenencia de su hermana, doña María Josefa Basurco, tasado en 7.500 pesos, que pagó de su peculio personal. Una dificultad sobrevino en 1770, en que al detectarse grietas en la media naranja o cúpula, fue necesario proceder a su demolición.

Al cabo de siete años las obras tuvieron que suspenderse porque también se había suspendido la ayuda estipulada en 6.000 pesos. En 1778 fue demolido el pórtico porque no concordaba con las proporciones del edificio de la catedral; también fueron demolidas las torres por no estar de acuerdo con el estilo del templo. Fue el penúltimo obispo de Buenos Aires, don Manuel Azamor y Ramírez, quien puso cima a las obras del templo catedralicio en lo que se refiere a lo principal de él y lo inauguró el 25 de marzo de 1791, treinta y ocho años después de iniciada su reconstrucción en 1753.

La catedral fue consagrada en 1804 por el último obispo de la era hispánica don Benito de Lué y Riega, quien se empeñó en agregarle lo que aún le faltaba: el frontis y las torres. Las obras se comenzaron en 1804, pero en 1807 hubieron de suspenderse por falta de numerario. Pasados los años, independizado ya el país de España, el gobierno de Martín Rodríguez en la persona de su ministro Bernardino Rivadavia puso un gran interés en la conclusión de las obras de la catedral. Al respecto, se sabe con certeza que las del frontis se comenzaron el mes de enero de 1822.

En este punto hay que salir al paso de un error que ha tomado cuerpo entre la mayoría de la gente. Se dice que el encargado de terminar el templo, el francés Próspero Catelin, al levantar la columnata del frontis tuvo a la vista la Iglesia de la Madeleine de París. Pero si confrontamos una y otra, constatamos en seguida que en realidad no fue así. En primer lugar, la Magdalena tiene ocho columnas y la catedral de Buenos Aires doce.

En segundo término, las obras de la Magdalena se concluyeron el año 1842 y por tanto no podía tomarse como modelo lo que aún estaba por concluir en 1822. Según el arquitecto Buschiazzo más bien parece que Catelin "se hubiese inspirado en el Palais Bourbon, cuya fachada tiene también doce columnas y que acababa de ser terminado por el arquitecto Poyat en 1807". Las doce, columnas, número con el que quiso representar a los doce apóstoles, se concluyeron en 1823, aunque sin capiteles y sin las esculturas del tímpano. Las columnas se revocaron tardíamente, en 1862, y ese mismo año, el escultor francés Dubordieu realizó esculturas del tímpano en que representa al encuentro de José y sus hermanos, alusión al encuentro de los argentinos después de la batalla de Pavón en 1861.

Las columnas son del orden corintio. Por último, no hay que olvidar que la catedral fue declarada monumento histórico el 21 de mayo de 1942.

El Teatro Colón
Es uno de los teatros de ópera más importantes del mundo.
Dueño de una acústica de referencia, índice inequívoco de consagración y cita ineludible de quienes aman la música, el Colón ha sido desde siempre un teatro venerado por los públicos y por los más grandes artistas.

Depositario de una larga tradición musical argentina comenzada en el siglo XVIII, fue inaugurado el 25 de mayo de 1908 con Aida de Giuseppe Verdi, después de haber estado en construcción durante casi veinte años.

Los sucesivos arquitectos que tuvieron a su cargo la imponente obra (Francesco Tamburini, Vittorio Meano y Jules Dormal) conciliaron en su diseño estilos tan disímiles como el ático-griego, que predomina en el exterior, y -en palabras de Meano- "los caracteres generales del Renacimiento italiano, la buena distribución y la solidez propias de la arquitectura alemana, y la gracia, variedad y bizarría de ornamentación asociadas a la arquitectura francesa", hasta conformar un admirable ejemplar del estilo "ecléctico" del siglo XIX.

La Avenida Corrientes
Atraviesa los barrios de: San Nicolás, Balvanera, Almagro, Villa Crespo y Chacarita.

Es el eje de la vida nocturna y bohemia de la Ciudad de Buenos Aires y con la que más se identifica el porteño. En sus bares y teatros se acuñó el tango, y a lo largo de su historia lo interpretaron en ellos las grandes orquestas y cantores, entre ellos el ídolo popular Carlos Gardel, quien vivió a su vera.

Sus desaparecidos teatros Politeama Argentino, Apolo y el viejo Ópera, fueron escenario de los más altos exponentes de la lírica mundial, así como del nacimiento del considerado teatro nacional: el drama gauchesco Juan Moreira. Su nombre actual le fue dado oficialmente en 1822 en homenaje a la ciudad argentina de Corrientes en reconocimiento a su fervor por la causa de la Revolución de Mayo.

Fue calle angosta hasta que en 1931 comenzó su ensanche, concluido en 1936. Su primer tramo transcurre en una zona mayoritariamente financiera, hasta que al cruzar la peatonal calle Florida se transforma en un polo de diversión que tanto los porteños como numerosos turistas recorren a toda hora entreteniéndose con sus espectáculos artísticos, culturales, librerías de lance (libros al alcance de la mano), confiterías, y pizzerías. Por todo esto el periodista Roberto Gil popularizaría en los 50 la frase la calle que nunca duerme al referirse a ella. Unas 11 cuadras luego, al cruzarse con la Avenida Callao, se transforma en una avenida netamente comercial, con negocios de todo tipo, hasta llegar al tanguero barrio del Abasto, otro foco de turismo y diversión, para luego continuar absorbiendo las características de cada barrio y finalizar en el cementerio más grande de Buenos Aires, el de la Chacarita.

En su recorrido de 8,6 km la numeración varía desde el 1 al 6.900, y entre sus 70 cruces se cuenta el que tiene con la Avenida 9 de Julio, donde se alza el ícono porteño por excelencia, el Obelisco. Nace en la avenida Eduardo Madero 402, junto a Puerto Madero y se extiende hacia el oeste y posteriormente hacia el nornoroeste, hasta concluir en la avenida Federico Lacroze al 4200, en el barrio de Chacarita.

La circulación vehicular, salvo en sus tres últimas cuadras en que es de doble sentido, es de oeste a este. Por un sector de ella circuló el primer ferrocarril argentino, así como el tren y el tranvía "de la muerte", durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871. En la actualidad es acompañada por debajo de toda su trayectoria por la línea B de subterráneos.

Diversos estilos arquitectónicos pueden hallarse en ella, desde el frío academicismo hasta el entretenido art nouveau, del neogótico moderno pasando por el francés borbónico al rascacielo moderno de vidrio u hormigón.

Av. Leandro N. Alem
Esta calle tiene una especie de techo de estilo muy español que arquitectónicamente se llama ""recova" y le da un aspecto muy simpático y singular.

Plaza de la República
Como plaza, en el sentido propiamente dicho, no existe, es es centro neurálgico del espectáculo porteño, es el punto de referencia donde se encuentran los turistas y los residentes, su existencia es más imaginaria que real, solo necesitamos saber el punto de coincidencia de las Avenidas 9 de Julio, Diagonal Norte (Av. Roque Sáenz Peña) y Av. Corrientes.

Calle 25 de Mayo
Fue llamada hasta hace unos 30 años atrás "calle del pecado" porque sus bares eran concurridos por marineros de paso de buques extranjeros y mujeres de la noche.

 
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